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Inventemos un veneno | Jean-Baptiste Rousseau

Inventemos un veneno | Jean-Baptiste Rousseau

Considerado uno de los hombres más notables de La Ilustración, Jean-Baptiste Rousseau era tenido por sus contemporáneos como el Príncipe de los Poetas Líricos

«Inventemos un veneno cuyo infame vapor, al elevar el espíritu, penetre en el alma; y bajo su nombre conocido esparza este veneno: y se libere de mentiras y perjurio».

Jean-Baptiste Rousseau

(París [Francia], 6 de abril de 1671 – Bruselas [Bélgica], 17 de marzo de 1741)

Poeta y dramaturgo

Inventemos un veneno | Jean-Baptiste Rousseau

Considerado uno de los hombres más notables de La Ilustración, Jean-Baptiste Rousseau era tenido por sus contemporáneos como el Príncipe de los Poetas Líricos. Y conocido en especial por sus epigramas cínicos. Sin embargo, en el siglo XIX su obra estaba poco considerada y despreciada incluso.

Su versificación es de una corrección extrema, con versos armoniosos y a veces incluso musicales. No obstante, sus poesías líricas están por completo desprovistas de sentimiento y a menudo también de pensamiento. Ya que son bellas pero frías, mecánicas y que intentan disimular su nimiedad bajo el abuso de la mitología y la pompa de una retórica hueca. Además los salmos no tienen sinceridad y los epítetos carecen de naturalidad.

La frialdad de la dicción convencional y el desuso de todo ritmo en verdad lírico que caracterizan su época no impiden que sus odas y cantatas muestren en ocasiones una verdadera facultad poética. Aunque limitada e insuficiente para explicar su extraordinaria popularidad.

Así, en la actualidad, sus cantatas son las que mejor soportan la lectura, junto con los epigramas. Género este último en el que Jean-Baptiste Rousseau tenía un verdadero talento. Sin embargo, la malicia que les añadía causó las desgracias de los últimos años de su vida.

Sus desventuras comenzaron en el Café Laurent, un café frecuentado por literatos y también por maleantes. Allí aparecieron unos versos más obscenos y libidinosos que nunca y se le atribuyeron a él. Así, en 1712, fue procesado por difamación y condenado al exilio perpetuo de Francia, al no comparecer ante el tribunal.

Por ello, pasó el resto de su vida en el extranjero, primero en Suiza, durante 3 años, y después en Bruselas (Bélgica).

Hoy, en su 354 aniversario, recordamos a Jean-Baptiste Rousseau en la frase del domingo en Pongamos que Hablo de Madrid | La Revista de Madrid:

«Inventemos un veneno cuyo infame vapor, al elevar el espíritu, penetre en el alma; y bajo su nombre conocido esparza este veneno: y se libere de mentiras y perjurio».

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