Los pueblos que carecen de poetas | Tomás de Iriarte

Los pueblos que carecen de poetas | Tomás de Iriarte

Los pueblos que carecen de poetas carecen de heroísmo; la poesía conmemora perdurablemente los grandes hechos y las grandes virtudes

Tomás de Iriarte

(Puerto de la Cruz, Tenerife, España, 18 de septiembre de 1750 – Madrid, España, 17 de septiembre de 1791)

Fabulista, poeta, dramaturgo, traductor y polemista literario

Los pueblos que carecen de poetas | Tomás de Iriarte

Tras pasar por la villa de La Orotava para estudiar latín con su hermano fray fray Juan Tomás de Iriarte, Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo se trasladó a Madrid a los 14 años. Ya que fue requerido por su tío Juan de Iriarte, erudito dedicado a sus tareas en la Biblioteca Real y traductor de la Secretaría de Estado. Puesto este al que accedió Tomás de Iriarte tras la muerte de su tío en 1771.

Además, su ascendente prestigi0 le llevo a la dirección del periódico mensual ‘Mercurio Histórico y Político’, un año después. No obstante, renunció unos meses más tarde.

Por otra parte, su trabajo se diversificó entre la traducción de obras teatrales, la preparación para la imprenta de la ‘Gramática latina’ y de los 2 tomos de ‘Obras sueltas’ de su tío, y la escritura y publicación de ‘Los literatos en Cuaresma’,  obra suya, pero bajo el seudónimo de Amador de Vera y Santa-Clara.

Asimismo, su actividad social le facilitó el trato con diversas familias de la nobleza y con personalidades literarias como Nicolás Fernández de Moratín o José Cadalso, asiduos de la tertulia de la Fonda de San Sebastián. Y por esa época consiguió el puesto de archivero general del Consejo Supremo de la Guerra.

En 1779, sus ideas ilustradas y sus ataques al poder temporal de la Iglesia provocaron una causa del Santo Oficio. Aunque no tuvo consecuencias demasiado graves, a pesar de concluir de forma negativa para él.

Las fabulas de Iriarte

Además, las reyertas literarias de Tomás de Iriarte envenenaron su vida y lo distrajeron de las tareas estrictamente creativas. Ya que fue objeto de las burlas de García de la Huerta, Samaniego, Jovellanos o Forner.

Y quizás la que más le dolió tuvo su origen en el certamen de poesía convocado por la Real Academia Española sobre la felicidad campestre, que ganó un joven Meléndez Valdés con su égloga ‘Batilo’. Su égloga ‘La felicidad de la vida del campo’, que presentó tras el seudónimo de Francisco Agustín de Cisneros, hubo de conformarse con ser «la que más se acerca a la que ganó el premio», según se especifica en la portada de la edición costeada por la RAE en 1780.

No obstante, la obra a la que debe Tomás de Iriarte su fama es ‘Fábulas literarias’, publicada en 1782. El volumen constaba de 67 apólogos, luego incrementados en ediciones póstumas. Aunque se jactaba de haberlas escrito en un mes a modo de entretenimiento, en esta obra puso un gran empeño creativo. Ya que era consciente de estar renovando el viejo género fabulístico al usar los apólogos de animales con una intención docente relacionada con la literatura.

Además se sintieron retratados García de la Huerta, Samaniego, Ramón de la Cruz, Meléndez Valdés, Forner… Así que muchos arremetieron contra él de una u otra forma. Y él les contestó en diversos escritos.

Y de su gran éxito son prueba las numerosísimas traducciones, imitaciones, comentarios y reediciones. Asimismo, a este éxito se debe que su figura quedara reducida a su faceta de fabulista.

Música y poesía

Sin embargo, la literatura no era el único arte que dominaba. También llegó a inclinarse hacia la música y se especializó en tocar el violín y la viola. Fue también compositor de sinfonías y de la melodía de su monólogo ‘Guzmán el Bueno’.

Y, llevado por esta afición, en 1770 escribió su poema didáctico ‘La música’, en 5 cantos de silvas, traducido al inglés, francés, italiano y alemán y elogiado en toda Europa. Sin embargo, en España fue muy criticado por sus defectos.

Asimismo, el pensamiento de Tomás de Iriarte  acerca de la poesía era muy propio de la Ilustración. Y como se puede ver en la frase de en PqHdM: «Los pueblos que carecen de poetas carecen de heroísmo; la poesía conmemora perdurablemente los grandes hechos y las grandes virtudes».




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