El sábado 27 de abril, ABM Confecciones inaugura la exposición Votox. ¡Que viene la ultraderecha! (Como si alguna vez se hubiera ido). Será en el local sito en la calle de Encarnación González 8, bajo, del barrio de Vallecas de Madrid. De 20:00 a 23:59 horas. Y con entrada libre y gratuita hasta completar aforo.
Los participantes en esta exposición Votox son los siguientes:
- Laura Pinta,
- Queen of the Bongo,
- Aline Part,
- Dos Jotas,
- Democracia,
- PAN,
- Vota al poder,
- Luci García,
- Núria Güell,
- Mutis,
- Jornada Laboral,
- Víctor Martín,
- Dena Pérez,
- Rubén Santiago,
- Isaque Pinheiro,
- Sara Martín,
- Magiae Naturalis,
- Mónica F. Farreras,
- En contingencia,
- Domingo Mestre,
- Camila Kevorkian,
- Asociación Mamarrachxs Queer,
- Ramón González Echeverría,
- Byron Maher,
- Paula García Fernández,
- Mario Gutierrez Cru,
- Sebas Cabero,
- María Cañas,
- Eva María Jiménez Carinae,
- Dandara Catete,
- Estefanía Santiago,
- Narelle Jubelin & Patricia Leal,
- Andrés Montes,
- Fernando Baena,
- Lucía Badillo,
- Alejandro Nieto y
- Ben Roberts EclectikTronik.
Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para mantener sus privilegios.
[/quote]Exposición Votox. ¡Que viene la ultraderecha! | Manifiesto
Un monstruo recorre el mundo: el monstruo de la ultraderecha. Se trata de la encarnación de aquel viejo partido del orden que, hace ya casi 150 años, organizó la ‘santa cruzada’, conjurada para acabar con el fantasma que recorría Europa en aquellos tiempos. Y que estaba constituido por los movimientos de emancipación que, Karl Marx y Friedrich Engels, identificaban con el espacio ideológico del comunismo. Aunque, en realidad, resultaba ser mucho más diverso.
Sea como fuere, asistimos hoy a un resurgimiento de unas ideas y prácticas que, nacidas al calor del desigualitarismo radical del paradigma neoliberal dominante, pretenden instituir un régimen que restablezca los antiguos valores basados en la disciplina social. Y cuya aspiración es exterminar cualquier espacio posible de disidencia y de construcción de modos vida alternativos.
Hace mucho tiempo ya que sabemos que la participación electoral no es más que un simulacro. Un juego que favorece siempre los intereses dominantes. Sin embargo, es un juego que, por otra parte, tiene claras consecuencias. Que las reglas del perverso juego demoliberal son inaceptables es cosa sabida. Asimismo, es conocido que puede existir un escenario aún peor basado en la confluencia de los intereses económicos imperantes con el advenimiento de un régimen de estirpe ultraderechista.
Un escenario de guerra civil global
Además, en un escenario de guerra civil global, el ‘cuanto peor, mejor’ leninista en realidad no resulta, a la luz del conocimiento histórico, el escenario más deseable. Aunque la frase parece haberla acuñado el revolucionario decimonónico Nikolái Gavrílovich Chernyshevski.
De este modo, la cuestión es si estamos dispuestos a aceptar la radicalización de un modelo de imposición que pretende imponer una jerarquía y una disciplina en la que cualquier forma de experiencia de vida, que resulte levemente disidente, sea aún más perseguida. Y más allá de las importables condiciones que ha instaurado la racionalidad neoliberal.
Así, teniendo en cuenta este escenario, no habría, en ningún caso, que caer en la trampa del miedo propuesta por las clases dominantes. Y en la que el espantajo de la ultraderecha sirve para estimular el conformismo frente a una realidad modelada desde los intereses de una minoría privilegiada. Asimismo, no habría que perder de vista que el doctor Frankenstein del que nos hablara Mary Shelley, en cualquier momento, puede perder el control sobre su criatura. Aunque no tanto como pueda aparentar. Y como ya sucedió en tiempos de la alemana República de Weimar.
Una cuestión sobre la que reflexionar
Quizás, la cuestión sobre la que habría que reflexionar es cómo puede existir un apoyo popular a los planteamientos que propone el partido del orden. Y que, por supuesto, con diferentes matices suponen el fundamento de la idea del mundo que se defiende desde la derecha en general. Además, hay que tener en cuenta que dichas opciones no favorecen las condiciones de vida de la mayoría.
Así, resulta meridiano que esta es una pregunta compleja de contestar. Sin embargo, sí se pueden avanzar algunas reflexiones al respecto. Ya que de las recientes victorias electorales ultraderechistas pueden extraerse algunas conclusiones.
Y tanto en el contexto internacional: Víktor Orban en Hungría, Matteo Salvini en Italia, Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil. Así como el crecimiento en los últimos años de la Agrupación Popular de Marine Le Pen en Francia.
Como en ámbito del Estado español con el crecimiento de Vox (refrendado hasta ahora por los resultados en las elecciones andaluzas). Y al que se asocia la radicalización del discurso ideológico-moral del Partido Popular de Pablo Casado, agrupación política que hasta ahora y desde su creación ha aglutinado a los elementos de la derecha más radical que nunca desaparecieron del panorama. Y cuya actividad política se ha orientado de forma tradicional y beligerante contra, entre otros;
- el derecho a la libertad de expresión,
- la igualdad de género, incluido el derecho de las mujeres a decidir en lo relativo al aborto,
- las reivindicaciones del colectivo LGTBIQ+
- y de las comunidades migrantes.
Por último, el discurso de la ultraderecha pueda constituirse como alternativa política al neoliberalismo. Dejando eso sí intactos los privilegios del gran capital. Y así se muestra el inmenso fracaso de la izquierda, teniendo en cuenta que ésta no es un campo ideológico homogéneo, para la movilización de una mayoría que se encuentra en los diversos espacios de subalternidad.
Un problema evidente de desconexión
Además, existe un problema evidente de desconexión entre las propuestas de las izquierdas con representación política en el parlamento y una parte importante de la población. Así, fuerzas como Podemos que pretendían ser exponentes de una agenda política populista en el mejor de los sentidos no han sido capaces, en diversos lugares donde han gobernado, de implementar unas políticas de verdad orientadas a una transformación de las coordenadas impuestas desde el paradigma neoliberal. Incluyendo a algunas de las listas municipalistas que aparecieron hace unos años vinculadas con este partido.
Por otro lado, ha existido desde ciertas posiciones de izquierda un obstáculo fundamental para la consolidación de una alternativa. Y asociado a una cierta idea de imposición pedagógica, en términos ideológicos, de un modo concreto de entendimiento de la praxis vital desde posturas jerárquicas de superioridad ética (moral dicen algunos) que censuraban modos de vida extendidos en el ámbito rural y en los barrios de clase obrera. Aunque sin ofrecer alternativas tangibles para quienes conforman estos ámbitos.
Así, este vacío ha sido aprovechado por la ultraderecha para reforzar aspectos que si bien no pueden ser calificados como especialmente deseables, en términos de emancipación, a falta de otro tipo de propuestas, otorgan a determinadas comunidades un cierto margen de seguridad. Y también de construcción de un sentido de vida frente a la desestructuración social y al individualismo depredador del espíritu del neoliberalismo. En especial, por ahora, en el campo.
Ese parece ser el caso del exponencial ascenso de Vox en Andalucía. Que ha logrado sintonizar con una parte de la población del medio rural mediante gestos político-afectivos que refuerzan una identidad puesta en cuestión por el pensamiento pretendidamente progresista de izquierda pero también de carácter netamente liberal. Y más allá del clásico apoyo del que esta organización gozaba entre las clases burguesas ultraconservadoras. Sin embargo, no ha sido capaz de ofrecer una opción viable de vida para esas personas, en forma de hechos cotidianos perceptibles.
Potencialidad emancipadora
Antes de nada, conviene aclarar que el campo no debería ser examinado en términos ideológicos como pretende la extrema derecha con la complicidad de un espectro político-medial que incluye todo tipo de posiciones, como un espacio en esencia tradicionalista y reaccionario. Ya que existen numerosos episodios históricos que dan muestra de la potencialidad emancipadora de los movimientos sociales rurales orientados en una dirección liberadora.
Así, podría establecerse una genealogía de este fenómeno remontándose a las guerras campesinas en la Europa renacentista y a las revueltas de los esclavos negros que originaron, a partir de esa misma época, los Palenques o Quilombos en Iberoamérica. Y hasta ciertos modos más recientes de organización agraria cooperativa pasando por las revoluciones anarquistas que tuvieron en el medio rural un escenario privilegiado, Como son los casos de la ‘majnovista’ acaecida en la actual Ucrania, entre 1918 y 1921, o la social que desembocó en la formación de las colectividades agrarias durante los 2 primeros años (1936-1937) de la Guerra Civil Española.
Sin embargo, en el presente la apuesta de la derecha por una agenda nacional-populista de carácter ‘Redneck’ parece haber calado en parte de la población rural en unos tiempos de enorme malestar y desesperanza. Propiciada por Steve Bannon, ex-socio de Donald Trump, desde el ‘Alt-right’, derecha alternativa que defiende la supremacía blanca, en Estados Unidos. Y en Europa desde ‘The Movement’, frente ultraderechista para ganar las elecciones europeas.
Manifiesto Redneck
Además, en 1997, esta cuestión ya fue advertida por Jim Goad en su ‘Manifiesto Redneck’. Más allá de cierto estilo desordenado, chapucero y en ocasiones poco o mal fundamentado, en su texto puede percibirse, en un certero análisis, la ira acumulada por una multitud compuesta por aquellos descendientes de quienes fueron condenados a la servidumbre, en el pasado colonial inglés de los Estados Unidos y que más recientemente han sido inferiorizados como ‘white trash’.
Y más allá de las posiciones políticas del autor próximas a Trump. Y que incluyen su cercanía al supremacismo blanco, en especial en tiempos posteriores a la publicación del mencionado libro. Así como a un machismo militante desde el comienzo de su carrera, que le llevó a agredir al menos a una de sus parejas por lo que fue condenado. Así, la posición de Goad, que recupera cierta perspectiva de clase en un contexto global de deslegitimación de la misma, insiste en cómo se han construido unos estereotipos que ejercen una violencia contra la clase trabajadora blanca empobrecida.
Asimismo, a dicho fenómeno ha contribuido de manera decisiva la estigmatización que de este colectivo se ha realizado por parte de un sector del Partido Demócrata. Y que refuerza una imagen mediática que les presenta como salvajes, ignorantes y endogámicos ‘hillbillies’ (paletos) recalcitrantes ante todo lo que signifique progreso social.
Además, dadas estas circunstancias de abandono, este contexto ha sido un campo abonado para el auge de las tendencias políticas ultraconservadoras que han sabido, manipulando los afectos, conectar con la población rural. No se puede esperar que después de someter a unas comunidades a una crítica feroz contra sus modos de vida, por cuestionables que éstos puedan parecer, al desprecio y al ninguneo políticos, las personas que las componen vayan a apoyar electoralmente los intereses de la cosmopolita ‘gauche divine’ metropolitana, que no se ha molestado en ofrecer soluciones al inexorable y creciente fenómeno de pauperización de aquéllas.
El problema con Jim Goad, parafraseando el título del artículo de Ángel Ferrero en ‘El Salto’, no es tanto el señalar una situación que se está produciendo cómo desde qué intenciones turbias lo hace. Es decir el substrato facistoide del que nacen sus argumentos. Y, a la postre, la cuestión es que un análisis que podría ser sin duda pertinente sirve como instrumento para la movilización de un colectivo huérfano de propuestas verdaderamente emancipadoras en el apoyo de agendas políticas que, al final y de manera objetiva, se sitúan en contra de sus intereses de clase.
Elecciones andaluzas
Al menos en parte, es posible que esta situación se haya reproducido en las recientes elecciones andaluzas. Donde Vox, convenientemente asesorado por Bannon, apeló en su propaganda a una especie de hermandad de valores con quienes defienden ciertos aspectos asociados por tradición a la vida rural, que se sienten de forma permanente juzgados por sus modelos vitales. Y sin que se les haya ofrecido ningún tipo de opción distinta más allá del imperativo pedagógico de cambio de sus coordenadas existenciales y de construcción subjetiva: avergüénzate, aprende y transfórmate.
Y que, desde luego, están atravesados por atributos del todo siniestros en relación con la xenofobia, el machismo, el clasismo y la violencia contra los animales. Sin embargo, esto no quiere decir que las formas de vida urbana y sus políticas no tengan estos mismos execrables componentes. Lo que ocurre es que suelen estar más maquillados, al menos en lo relativo al pensamiento progresista. Y en especial el situado en la izquierda ideológica.
Sin embargo, el análisis anterior no parece tan claro cuando se confronta con el perfil medio del votante de la formación de extrema derecha. Al parecer en Andalucía la movilización de ese electorado se concentró menos en los núcleos rurales dispersos que en medios urbanos deprimidos socioeconómicamente y en barriadas que ya votaban por tradición a la derecha. Ámbitos donde pervive aun lo que se ha denominado como ‘franquismo sociológico’. Aunque sí se produjo un claro auge en el cinturón agrícola de Almería. Y donde parece haber sido decisivo el factor del racismo en un contexto donde el porcentaje de población emigrante no comunitaria alcanza el 30%.
Asimismo, en un reciente barómetro del CIS, si es que resultan fiables las informaciones facilitadas por dicha institución, definían el perfil del potencial votante de Vox siguiente:
- Hombre, 66.6% de voto masculino frente al 33.3% femenino, incidiendo estos datos en el sesgo machista de las propuestas de este partido.
- Residente en pequeños y medianos núcleos urbanos.
- Y socio-laboralmente proveniente de la clase media empresarial, del colectivo de autónomos y agricultores.
Una imagen idealizada de lo rural
Entonces, ¿a qué responde la imagen idealizada de lo rural y de sus valores tradicionales construida desde la ultraderecha? La mitificación del campo, que poco tiene que ver con la experiencia de vida real en este entorno, probablemente obedezca a una estrategia definida desde lo urbano para conectar con un parte de la población. Y ante su malestar con los procesos de globalización que concentran a la población en grandes urbes. Aunque hay que recordar que en la actualidad el porcentaje de población rural en España se reduce al 20%. Además, en un giro nostálgico, entienden que una retirada simbólica hacía modos de vida más nítidos, en términos de organización social, y en apariencia sencillos pueden aportar una salida a la incertidumbre propia del paradigma neoliberal imperante.
Además, la metafísica de la vida rural en su orientación hacia el viejo orden que ahora se propone no es, ni de lejos, algo nuevo. Así, durante el primer franquismo fue un elemento central de la ideología nacionalcatólica. Y en la Alemania nacionalsocialista conformó el eje de su ideario, atribuyendo al campesinado el papel de depositario de las genuinas tradiciones y valores germánicos.
Asimismo habría que citar aquí cómo desde regímenes cuya ideología situada en la izquierda, y con intenciones pretendidamente emancipadoras, apelaron a la mística de la vida rural. Tal es el caso del estalinismo que puso en marcha toda una maquinaria de propaganda cultural para afirmar sus bondades. Y como atestigua la producción de numerosas películas musicales que, centrándose en la vida campesina, conformaron todo un género cinematográfico denominado ‘koljoz’, en referencia a las granjas colectivas soviéticas.
La extrema derecha en el contexto urbano
Volviendo al presente y en relación con la presencia de la extrema derecha en el contexto urbano, habrá que señalar que en este ámbito se está produciendo una ofensiva de las organizaciones políticas ultraderechistas para obtener apoyo en los barrios obreros. Teniendo en cuenta que hasta el momento sus votantes están ubicados en los vecindarios de clase media-alta donde subsiste el citado ‘franquismo sociológico’. Y en el contexto del estado español y muy en especial en las zonas de hegemonía del nacionalismo españolista.
Así, por citar algunos casos cercanos que ilustran este fenómeno, pueden mencionarse las maniobras que Vox está realizando en Vallekas para introducirse en las asociaciones y plataformas vecinales. Con una intención desactivadora y de orientación de discurso hacía posiciones fundamentalmente racistas. Y que ha podido percibirse, de manera particular, en los últimos tiempos cuando dichas organizaciones se han posicionado en relación con el complejo problema de las narco-casas.
Recientemente se ha podido asistir en este barrio al esperpéntico espectáculo de la colocación de una mesa informativa de dicho partido en la explanada de entrada al centro comercial Madrid Sur, frente a la Asamblea de Madrid. Y con el fin de persuadir a la población de lo benigno de sus propuestas.
Asimismo, hace apenas unos meses, coincidiendo con la celebración de la efeméride del 12 octubre (esa triste fecha), en ABM Confecciones se recibió la visita de 2 esbirros en la proyección del trabajo del artista Gonzalo Puch. Pensando por su apellido este artista era catalán y con la intención de recabar información sobre sus actividades. Patéticos epígonos de los agentes ‘Dupond & Dupont’, ‘Hernández y Fernández’ en la traducción castellana. Con toda probabilidad adscritos a la mencionada organización. Y en el convencimiento de que en ese señalado día de la fiesta nacional estában intentando mancillar el buen nombre de la nación española.
La amenaza de la extrema derecha
Sin embargo, no habría que despreciar sin más la amenaza que puede suponer la penetración del ideario de la extrema derecha en los contextos urbanos de clase precarizada. A pesar de cierto tono humorístico que se pueda sostener frente a algunas de sus acciones. Existen, al menos, 2 factores que despiertan inquietud en relación con la potencialidad de este fenómeno.
El primero tiene que ver con el creciente desencanto existente en estos ámbitos. Tanto de forma individual como colectiva en lo referido a las organizaciones sociales de barrio. Y con las políticas desplegadas, en los últimos años y donde han gobernado, por los partidos y listas municipalistas que surgieron como respuesta de la izquierda a la crisis de representación encarnada por el Movimiento 15M.
Ante esta situación existe un riesgo cierto de infiltración en estos espacios de los posicionamientos de la ultraderecha que pueden, en principio, afectar más a nivel individual que colectivo. Y esto es así debido a qué esta última instancia está articulada por plataformas vecinales que tienen una larga trayectoria de lucha, desde una perspectiva de igualdad, para la mejora de las condiciones de vida de los habitantes de estos barrios.
El segundo de los mencionados factores está relacionado con los procesos de estigmatización, simbólica (medial) y política, al que ha sido sometida, desde hace ya tiempo, la población de estos barrios. Las figuras del ‘cani’ o la ‘choni’, por no hablar del chivo expiatorio tradicional perteneciente a la comunidad gitana o migrante, son el correlato urbano del ‘paleto’ rural. Y a quienes, como sucede con éste último, se les atribuyen las más embrutecidas características del ser humano. Por no decir infrahumano según los estándares propios del pensamiento desigualitario.
La estereotipación de las clases menos favorecidas
En el caso británico y en ‘Chavs. La demonización de la clase obrera’, Owen Jones analizaba como en ese contexto se produjó un fenómeno de estereotipación de las clases económica y socialmente menos favorecidas en la figura del ‘chav’. Y mediante el cual se han presentado a las personas inscritas en tal ámbito como objetos del miedo social y del escarnio público.
Si bien es cierto que en el contexto español la operación de linchamiento, simbólico y reglamentario de estas comunidades no ha tenido la misma intensidad que en el Reino Unido. Sí han existido ciertos intentos, en especial provenientes del entorno del Partido Popular, de introducir este mecanismo en la agenda política a cuenta del asunto de los subsidios o de las reclamaciones de mejora de las condiciones sociales y laborales precarias que sufren.
Así, en este escenario, resulta obvio que la ultraderecha no tiene entre sus objetivos prioritarios concitar el apoyo de migrantes y la comunidad gitana, contra los que su discurso político se orienta. Sin embargo, sí figura el de seducir con sus eslóganes a la clase precarizada blanca que podría encontrar en ciertos argumentos de extrema derecha una salida a su situación. Aunque al final esto suponga un pacto mefistofélico. Una clase ignorada y despreciada por una buena parte de la izquierda. Y, por supuesto, por el conjunto del conglomerado neoliberal que considera al menos a una gran parte de sus componentes como irresponsables, ignorantes, perezosos parásitos y, en consecuencia, como perdedores.
¿Un renovado fenómeno emergente?
Además, ¿Cómo se explica que el actual impulso de las ideologías de extrema derecha en el contexto internacional sea presentado de modo insistente como un renovado fenómeno emergente? Si es cierto que la derecha laica neoliberal y la religiosa ultraderechista han logrado imponer hace tiempo y de manera mayoritaria su visión del mundo en los Estados Unidos. Y desde allí se extiende con mayor o menor intensidad a todo el mundo occidental. Tal y como sostenía, en términos de hegemonía gramsciana, Susan George en ‘El pensamiento secuestrado’.
No resulta difícil imaginar estas 2 posiciones ideológicas a las que alude George como 2 cabezas de una hidra que representaría los intereses de una clase dominante. Aunque en apariencia enfrentadas en ciertos asuntos. Y teniendo, asimismo, en cuenta que en el campo neoliberal participan parte de aquellos partidos que por tradición se sitúan a la izquierda del espectro político.
Además, como señalaba Durruti en la cita que abre este texto, cuando ve amenazados sus privilegios o, con más exactitud en lo relativo al escenario actual, quiere extender aún más su dominio recurre al monstruo para asegurar unas condiciones favorables. Y. según convenga muestra la cabeza en apariencia más seductora y conciliadora. La del neoliberalismo y sus proclamas de cierto sentido de la noción de libertad. O la más impositiva y restrictiva. La de la extrema derecha que apela a un estricto orden social y religioso-moral.
Esta imagen recuerda al grabado titulado ‘El Vampiro Capitalista’ que realizara Walter Crane en 1885. Y en el que muestra a esta maligna criatura como metáfora visual del capitalismo que explota a la clase trabajadora, extrayendo su sangre hasta su muerte. Así, el cuerpo correspondería al referido sistema de producción. Y sus alas representarían a los partidos políticos, de una parte, y a la hipocresía religiosa, de otra.
La cuestión, a día de hoy, es si la bestia es en sí misma soberana, como parece sugerir la imagen de Crane. O más bien resulta un instrumento de dominación al servicio de un poder que, en las últimas décadas, se ha vuelto difuso y nómada.
El gobierno de las nuevas tecnologías
Por otra parte, según la revista francesa Tiqqun en ‘La hipótesis cibernética’, el neoliberalismo actuaría como mera coartada de un sistema de gobierno global, la cibernética. Y que, gracias al desarrollo de la tecnología, establece unos mecanismos de control expandidos (totalitarios), imponiendo la racionalidad policial propia del Imperio para la realización de una sociedad transparente.
Se trata del fin de lo político, en el que perviven de forma utilitaria sus organizaciones tradicionales (sistema electoral de partidos) para crear un simulacro con el que desviar y controlar los intereses de la población. La cibernética prefiere, por tanto, el poder sobre los intereses que sobre los cuerpos. Y, en este sentido, no tiene una especial inclinación, aunque pueda parecer paradójico, a coartar la libertad, formulada en cierto sentido. Más bien, este tipo de gobierno, se alimenta de la libre fluidez de los datos que, dentro de su lógica, conforman el material constitutivo de la subjetividad del ‘quantified self’, paradigma contemporáneo del ‘yo’.
No obstante, Tiqqun sostiene que existe un incremento de todas las formas de represión, en un escenario de hipersecuratismo. Y que afecta en particular a aquellas posiciones o actitudes que puedan comprometer el marco dominante. Así, salvo intervenciones punitivas directas de carácter puntual, el gobierno cibernético optará por la creación de una atmosfera de terror provocado por ciertas amenazas conveniente diseñadas. A través del control tecnológico total de datos e informaciones.
De ahí que, ya bajo la denominación de Comité Invisible y en su texto ‘Fuck off Google’, afirmen que el gobierno cibernético es por naturaleza apocalíptico. Este modo de gobernanza, pues, necesita del mencionado monstruo jánico -neoliberalismo-ultraderecha- para la imposición de un escenario social de miedo e incertidumbre. Y a través de medidas cuya filiación ideológica aparentemente podría resultar contradictoria.
El miedo como instrumento
Además, sabemos hace ya tiempo, como afirmaba Naomi Klein en ‘La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre’, que el miedo es un instrumento en extremo eficaz para la imposición de regulaciones socioeconómicas que, en principio, resultarían inaceptables para la mayoría de la población.
Asimismo, es conocida la capacidad de adaptación del capitalismo, y más en su versión tecnológica, a contextos que, a primera vista y teniendo en cuenta las proclamas del neoliberalismo acerca de la libertad, no resultarían fértiles para su desarrollo. Baste con citar los ejemplos, que facilita Klein, de Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet y de Rusia en tiempos del régimen de Boris Yeltsin. O, para añadir un caso más reciente, del modelo capitalista chino.
No es casual, en este sentido, que en los últimos tiempos se haya sacado a pasear el rostro ultraderechista del monstruo, amplificada su importancia de forma artificial por parte de los medios. Y en un momento en el que, desde hace ya algunos años, la oligarquía financiera lleva amenazando con una nueva recesión económica.
Así, el diseño y aplicación de un escenario de crisis, con las consecuencias de pauperización de las condiciones de vida generales, puede ser facilitado por la instauración de una sensación de temor frente al retroceso social que representa la ultraderecha. Su agenda política resulta muy conveniente con independencia de su potencial de aplicación real.
Además, el efecto de distracción que producirá en la población ayudará, sin duda, a desviar la atención sobre la expansión de los mecanismos de dominio que Tiqqun vincula al gobierno cibernético. Y si al final su capacidad de influencia política real no resulta tan intensa como para generar un giro social hacia sus posiciones morales.
Asimismo, parte de estas maniobras de desvío de la atención están asociadas a la amplificación político-medial de la amenaza de la extrema derecha con la finalidad de centrar ideológicamente a la población. Y practicando una suerte de terrorismo informacional, estableciendo una equivalencia especular entre las posiciones de Vox y la de la pretendida renovación del discurso de la izquierda encarnada, sobre todo, por Podemos y las listas municipalistas en el contexto del Estado español.
Orden cibernético y ultraderecha
Aunque, en el caso, en principio más improbable, de obtener la agenda de la ultraderecha un papel mayoritario en términos electorales, esta contingencia sería sin duda compatible con la mencionada forma de gobernanza. En cualquier caso, este último escenario resulta incluso más inquietante que el primero, que sin duda puede calificarse como inaceptable. Y cuyas consecuencias resultarán catastróficas para quienes piensan, sienten y actúan orientados hacia la igualdad y la emancipación.
Además, es probable que Tiqqun tenga razón cuando, ante la expansión del control cibernético, propone como táctica de revuelta la invisibilización, la niebla, frente a la transparencia. Y que sea un buen consejo, como escribe Samuel Beckett, que no esperes a ser cazado para esconderte.
Sin embargo, ante la posibilidad de avance de la moralina ultraderechista basada en el viejo orden, quizás sea necesaria la articulación de comunidades visibles, al menos en sus procesos constitutivos. Y donde reconocerse de forma colectiva y experimentar otros modos de vida a los propuestos por un orden cibernético y su monstruo bifaz encarnado en el neoliberalismo y la extrema derecha.