«Cuando se trata de desmentir públicamente, y en los periódicos, a otro que por lo menos merece tanta consideración y crédito como el que lo niega, lo primero que debe hacerse es dejar a un lado la careta o pseudónimo con que se encubre y arrostrar con su nombre las consecuencias de sus afirmaciones y después alegar razones, que den fuerza a lo que diga, que es muy cómodo y sencillo desmentir, o poner en ridículo, al vecino, acogiéndose a la muletilla de declararse incompetente, lo cual no es obligado para meter la cucharada, como vulgarmente se dice, en lo que no entiende».
Marcelino Sanz de Sautuola
[Santander (Cantabria, España), 2 de junio de 1831 – Ibidem, 30 de marzo de 1888]
Abogado, naturalista, antropólogo y arqueólogo aficionado
Descubridor científico y estudioso de la Cueva de Altamira
Cuando se trata de desmentir | Marcelino Sanz de Sautuola
Hijo de una familia hidalga santanderina de reconocido abolengo y buena situación económica, Marcelino Sanz de Sautuola y Pedrueca estudió en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Santander (Cantabria). Y después pasó a la Universidad de Valladolid, en la que estudió Derecho.
Además, como otros miembros de su generación progresista, se sentía atraído por desarrollar la vida cultural y económica de su ciudad. Y esa inquietud le llevó a participar en ella de forma activa, junto otros santanderinos ilustres. Y al mismo tiempo, esas inquietudes culturales le despertaron numerosas aficiones y le llevaron a reunir en su casa un magnífico archivo, una nutrida y selecta biblioteca y una notable colección de minerales, fósiles y más tarde antigüedades.
Asimismo, le corresponde el mérito de haber sido el introductor del eucalipto en Cantabria desde las Islas Hieres (Francia). Ya que Sautuola importó y aclimató en su casa solariega de Puente San Miguel el primer eucalipto plantado en la provincia de Santander. Además, en su preocupación por el desarrollo agropecuario, ensayó la exportación del gusano Bombys cinthya y del árbol Circis silicuastrum. Y también impulsó un congreso ganadero para 1888, que no pudo llegar a ver al fallecer poco antes de su celebración.
Marcelino Sanz de Sautuola, pionero de la Prehistoria y la Arqueología
En el campo cultural, fue miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia (RAH) y vocal y vicepresidente de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Santander. Además, interesado por la Historia, en 1881 escribió un opúsculo titulado ‘Breves apuntes sobre el Puente San Miguel’, en el que estudió la ermita y el hospital de Santillana del Mar y la casa y los lugares en que se reunían las Juntas o Diputación de los Nueve Valles de las Asturias de Santillana. Asimismo, su afición por las Ciencias Naturales y su espíritu culto y progresista le llevaron a interesarse por la Prehistoria y a explorar y estudiar algunas de las abundantes cuevas de la provincia de Santander.
No obstante, el hecho que ha dado celebridad a Marcelino Sanz de Sautuola es el descubrimiento científico de la Cueva de Altamira, en Santillana del Mar (Cantabria). En este término municipal de Vispieres, un paisano cazando había descubierto, en 1868 y de forma casual, una cueva, hecho frecuente en los terrenos cársticos santanderinos. La cueva se nombró primero ‘Cueva de Juan Mortero’ y después como ‘Cueva de Altamira’, por un prado situado en sus inmediaciones.
El descubrimiento de las pinturas de la ‘Cueva de Altamira’ y su negación
En 1876, visitó esa cueva para hacer unas catas en busca de restos paleolíticos y ya se fijó en que había rayas negras pintadas en la quinta galería, pero sin darles mayor importancia. Y 2 años después, incentivado al ver las colecciones prehistóricas durante su visita a la Exposición Universal de París de 1878, intensificó la búsqueda de restos prehistóricos en su tierra de Santander. Así, al volver a la ‘Cueva de Altamira’ en 1879, recogió abundantes restos paleolíticos en sus trabajos de excavación.
No obstante,el hecho más trascendental se produjo cuando su hija María Justina, de 5 años, que le acompañaba en una de sus visitas, descubrió en el techo de la cueva los ‘bueyes’ o pinturas de los famosos bisontes de la primera galería. Pinturas rupestres que constituyen el más bello plafón de Arte Cuaternario hasta ahora conocido.
Además, Sautuola comprendió de inmediato y con claridad la trascendencia del descubrimiento. Así, para su divulgación, en 1888 escribió un pequeño libro titulado ‘Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander’. Y en él presentó los hallazgos con acertadas observaciones sobre la habitabilidad de la cueva, a la vez que reproducía las pinturas y señalaba su calidad.
Sin embargo, el descubrimiento tuvo desigual aceptación. Ya que algunos, como Juan de Vilanova y Piera, catedrático de la Universidad Central y máxima eminencia en estos temas en España, reconocieron la importancia del hallazgo. Aunque otros muchos lo tacharon de artimaña y falsedad, llegando incluso a afirmar que las había hecho su hija María Justina. Una incomprensión que supuso un doloroso contratiempo para la buena fe y las acertadas observaciones del hidalgo montañés, cuya honradez se llegó a poner en duda en la prensa del momento.
«Cuando se trata de desmentir públicamente…»
Y este es el caso que nos ocupa, «cuando se trata de desmentir públicamente…». Pues fue tachado de falsario por un articulista que se escondía bajo un pseudónimo.
Así, en la frase del domingo en Pongamos que Hablo de Madrid | La Revista de Madrid, publicamos la respuesta de Marcelino Sanz de Sautuola, que podía aplicarse a todos aquellos que en la actualidad se amparan en el anonimato para enfangar en las redes sociales. Dice así:
«A nadie más que a mí, se puede referir lo de engaño e invención (cuyo doble sentido no desconozco), con que se califica ese hallazgo por el articulista, a quien debo hacer entender que, cuando se trata de desmentir públicamente, y en los periódicos, a otro que por lo menos merece tanta consideración y crédito como el que lo niega, lo primero que debe hacerse es dejar a un lado la careta o pseudónimo con que se encubre y arrostrar con su nombre las consecuencias de sus afirmaciones y después alegar razones, que den fuerza a lo que diga, que es muy cómodo y sencillo desmentir, o poner en ridículo, al vecino, acogiéndose a la muletilla de declararse incompetente, lo cual no es obligado para meter la cucharada, como vulgarmente se dice, en lo que no entiende».
Marcelino Sanz de Sautuola y Pedruca, como tantos grandes descubridores que se han adelantado a su tiempo, murió sin haber visto reconocido su descubrimiento. Y, lo que es más importante, sin que se le reconociera haber abierto un nuevo capítulo de la historia de la humanidad, el del Arte Prehistórico y el inicio del pensamiento inteligente del ser humano. Un descubrimiento por el que ya se le incluye entre los grandes prehistoriadores y arqueólogos de todos los tiempos.