La mujer en general delinque poco | Victoria Kent

La mujer en general delinque poco | Victoria Kent

La mujer en general delinque poco, pero sufre un castigo mil veces más duro que el del hombre

Victoria Kent

(Málaga, España, 6 de marzo de 1892 – Nueva York, Estados Unidos, 26 de septiembre de 1987)

Maestra, abogada y política

La mujer en general | Victoria Kent

Victoria Kent Soriano pasó su primera infancia y juventud en Málaga (Andalucía). Y allí cursó sus primeros estudios, primero en su casa con profesores particulares y después en la Escuela Normal de Maestras donde estudió Magisterio.

Más tarde, en 1916, se trasladó a Madrid para terminar el bachillerato y realizar estudios universitarios. Ya que, solo con el título de maestra no se podía acceder a la enseñanza superior. Aquí residió en la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu, fundada por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Además, se costeaba sus estudios con clases particulares y enseñando en el Instituto-Escuela de Enseñanza Secundaria que desde 1918 dirigía también la propia Maeztu.

Asimismo, se afilió a la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, a la que también pertenecía Clara Campoamor, y al Lyceum Club del que fue vicepresidenta. Ambas instituciones eran organizaciones feministas que buscaban la emancipación de las mujeres.

En 1920 ingresó en la Universidad Central de Madrid para estudiar la carrera de Derecho. Allí, vinculada a la Juventud Universitaria Femenina, fue la 1ª alumna que tuvo Luis Jiménez de Asúa, profesor de Derecho Penal. Y con quien mantendría una estrecha relación personal y profesional a lo largo de los años.

Abogada y jurista pionera

Tras doctorarse  en 1924 con una tesis sobre la reforma de las prisiones, solicitó su ingreso en el Colegio de Abogados de Madrid. Y fue la 1ª mujer que entró en el mismo en 1925. Además, fue la 2ª abogada colegiada en España, tras Ascensión Chirivella Marín, que se colegió en Valencia en 1922.

Inició así el ejercicio de la abogacía como pasante en el bufete de Álvaro de Albornoz. Y, más tarde, abrió su propio despacho en su residencia madrileña. En lo fundamental se dedicaba al Derecho Penal y a los juicios laborales, defendiendo a obreros, ferroviarios o pescadores. De hecho, en 1927 fue nombrada asesora jurídica de la Confederación Nacional de Pósitos Marítimos, dedicada a la asistencia social de los pescadores. De este modo, también se convirtió en la 1ª mujer de España en abrir un bufete especializado en Derecho Laboral.

Además también fue la 1ª mujer del mundo que ejerció como abogada ante un tribunal militar. Ya que, en 1931, defendió a Álvaro de Albornoz ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina. Había sido detenido y procesado por ‘sublevación para la rebelión militar’, junto con otros miembros del Comité Revolucionario Republicano, tras el fracaso de la sublevación de Jaca de diciembre de 1930.  Su brillante actuación al obtener la absolución de su defendido («el maestro que le había contagiado el fervor de la justicia») le otorgó gran popularidad y prestigio.

Asimismo, en mayo de 1931, aceptó la propuesta de Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, para hacerse cargo de la Dirección General de Prisiones. Y, como ella misma confesó, ningún otro cargo podría haberle complacido más. Aunque solo ejerció 14 meses este cargo, llevó a cabo una intensa labor que ha sido reconocida como una de las más importantes reformas penitenciarias realizadas nunca en España.

Política controvertida

En 1931, su confesada «vocación política combativa» la llevó a unirse al Partido Republicano Radical Socialista, fundado en 1929 por el propio Álvaro de Albornoz y por Marcelino Domingo. Y que se convertiría —tras las primeras elecciones generales republicanas— en el 3er grupo parlamentario. Aunque más adelante se fusionaría con Acción Republicana, creado por Manuel Azaña en 1925, dando lugar a Izquierda Republicana.

Además, Victoria Kent obtuvo el acta de diputada por Madrid en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931. Y como tal intervino de forma activa en las deliberaciones sobre el proyecto de Constitución de la República. Era una de las 3 únicas mujeres diputadas junto a Margarita Nelken y Clara Campoamor. No obstante, con la excepción de los temas relacionados con la igualdad de sexos y con el voto femenino, su actuación parlamentaria no fue muy relevante.

Así, es muy conocida su participación en el debate sobre el derecho al voto de las mujeres porque no se mostró partidaria de su concesión en la futura Constitución. A pesar de sus ideas feministas y progresistas, como revela su defensa del divorcio. Ya que estaba convencida de que la falta de instrucción y preparación social y política de las mujeres españolas de la época beneficiaría a la derecha católica y seria perjudicial para los republicanos. En definitiva: pensaba que el voto de la mujer sería un «voto dado por el confesor» y, por tanto, peligroso para la República. De este modo, defendió en la Cámara que consideraba necesario aplazar el voto femenino, aun a costa de renunciar a un ideal, para servir mejor al ideal republicano.

Peligroso exilio en Francia

Además, en las elecciones generales de 1933 no fue elegida diputada. Así que prosiguió con su labor como penalista y abogada. Y de nuevo, en las elecciones de febrero de 1936, consiguió un acta de diputada por la provincia de Jaén. Sin embargo, el estallido en julio de la Guerra Civil dio un nuevo rumbo a su trayectoria política.

Así, primero estuvo en el frente de Guadarrama, donde se ocupó del vestido y alimento para el ejército republicano. Después fue responsable de la creación de guarderías y refugios para niños. Por último, en junio de 1937 fue nombrada secretaria de la embajada de España en París, para el cuidado de las evacuaciones de refugiados. Y entre sus tareas estaba la de buscar asilo en Francia a los niños.

Tras finalizar la contienda, permaneció en París colaborando en la salida de exiliados españoles hacia América. Sin embargo, ella no pudo hacerlo, ya que las navieras francesas suspendieron sus viajes a México. Y tuvo que vivir oculta bajo el nombre de Madame Duval durante la ocupación alemana, para evitar que la Gestapo la encontrara. Ya que las autoridades franquistas habían solicitado su entrega al Gobierno de Vichy. Además había pertenecido a la organización ‘Mujeres Antifascistas’ junto con otras destacadas republicanas, socialistas y comunistas.

De este modo, entre 1940 y 1944, pasó la época más difícil de su vida, solitaria y encerrada. Primero en la embajada de México en París. Y luego en un apartamento del Bois de Boulogne, gracias a la protección de su amiga Adèle Blonay, dirigente de la Cruz Roja.

Estos 4 años de su vida son los que relata su álter ego masculino, Plácido, en su libro ‘Cuatro años en París’, publicado en 1947. Y cuya reedición presentó durante su última visita a España, en 1978.

Un largo exilio en América

Tras la Segunda Guerra Mundial, recibió de las autoridades la Cruz de Lorena (Medalla de la Resistencia). Creó la Unión de Intelectuales Españoles, junto a un grupo de exiliados y, entre ellos, su amigo Pablo Picasso. Trabajó en una editorial durante la posguerra. Y se trasladó a vivir a México.

Allí, además de dar conferencias en la Academia Mexicana de Ciencias Penales, dio clases de Derecho Penal en la Universidad Nacional Autónoma de México y fundó la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones, de la que fue directora 2 años. Además, continuó teniendo contacto con exiliados españoles. Asimismo, en Argentina colaboró con su antiguo profesor Jiménez de Asúa.

Y, en 1950, se trasladó a Nueva York a petición de la Organización de las Naciones Unidas para trabajar en su Sección de Asuntos Sociales. Y con el fin de realizar un estudio de los problemas de las cárceles de mujeres en el mundo, sobre todo en Iberoamérica. Aunque dimitió en 1952 por parecerle un trabajo en exceso burocrático y con poco espacio para su propia iniciativa.

En ese entonces, Victoria Kent seguía definiéndose como una mujer «republicana, liberal, demócrata y federalista».

Después aceptó la propuesta de Félix Gordón Ordás, presidente del Gobierno de la República Española en el exilio, para ejercer como consejera del mismo en la propia ciudad de Nueva York. Y con el objetivo, entre otros, de conseguir la entrada de la España republicana en la ONU. Aunque, de nuevo, 2 años más tarde presentó su dimisión.

Revista ‘Ibérica’

Asimismo, fundó y dirigió ‘Ibérica’ en 1953. Con sus propios ahorros y gracias a la ayuda que le prestaron algunos amigos norteamericanos, en especial Louise Crane, hispanista y mecenas perteneciente a una acaudalada familia. Esta revista mensual se convirtió en órgano del exilio español en Nueva York y en expresión de los valores republicanos.

La revista ‘Ibérica’ se editó primero en español y en inglés. Y desde 1966 solo en español. Además, contó con colaboradores de prestigio entre pensadores, políticos y poetas, pues ella era muy aficionada a la poesía. Y entre los mismos, Salvador de Madariaga, que también fue su presidente de honor.

Además, ‘Ibérica’ pretendía colaborar al restablecimiento de las libertades en España y convertirse en un foro abierto para la discusión sobre la situación española. Por ello, publicaba las noticias llegadas desde nuestro país con el fin de informar de la situación real bajo la dictadura franquista. Ya que Victoria Kent y sus colaboradores en esta empresa consideraban que la prensa americana apenas se ocupaba del asunto.

Su primer número apareció en enero de 1954. Y el último se publicó 20 años después ante las expectativas de la muerte del dictador.

Regreso a España y muerte en Nueva York

En 1977, tras las primeras elecciones generales en más de 40 años, Victoria Kent regresó a España para una estancia breve acompañada de su pareja Louis Crane, en cuya residencia de Manhattan vivía desde hacía muchos años.

A su llegada a Madrid criticó que se silenciara la voz del republicanismo por la marginación de su partido Acción Republicana Democrática Española (ARDE), legalizado después de las elecciones de junio de 1977. Asimismo, hizo un llamamiento a la concordia y pidió la amnistía total y el restablecimiento de las autonomías. Además continuó insistiendo en lo que fue una de las grandes pasiones de su vida: la necesidad de una reforma penitenciaria que tuviera como uno de sus objetivos principales la reinserción social de los reclusos.

Mantuvo su residencia en Nueva York hasta su fallecimiento el 25 de septiembre de 1987. Un año antes había recibido la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort del Ministerio de Justicia de España como reconocimiento a su labor. Aunque nunca pudo acudir a recogerla.

Afirmaba Victoria Kent con rotundidad que ‘La mujer en general delinque poco, pero sufre un castigo mil veces más duro que el del hombre’.




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