Nuestros buenos estudiantes | Francisco Giner de los Ríos

Nuestros buenos estudiantes | Francisco Giner de los Ríos

Lo que más necesitan, aun los mejores de nuestros buenos estudiantes, es mayor intensidad de vida, mayor actividad para todo, en espíritu y cuerpo: trabajar más, sentir más, pensar más, querer más, jugar más, dormir más, comer más, lavarse más, divertirse más.

Francisco Giner de los Ríos

(Ronda, Málaga, España, 10 de octubre de 1839 – Madrid, España, 18 de febrero de 1915)

Pedagogo, filósofo y ensayista

En esta frase, Francisco Giner de los Ríos afirma que ‘lo que más necesitan, aun los mejores de nuestros buenos estudiantes, es mayor intensidad de vida’.

Nuestros buenos estudiantes | Francisco Giner de los Ríos

Fue discípulo de Julián Sanz del Río, creador y director de la Institución Libre de Enseñanza. Y él mismo impulsó también proyectos complementarios como los siguientes:

  • Museo Pedagógico Nacional (1882-1941),
  • Junta para Ampliación de Estudios (1907-1938),
  • Residencia de Estudiantes (1910-1939) y
  • Colonias Escolares (1887-1936).

Además, algunos de sus proyectos se materializarán años después de su muerte, Como las Misiones Pedagógicas (1931-1937), concebidas en su origen como Misiones Ambulantes. Asimismo, en sus planteamientos sobre la universidad ideal, Francisco Giner de los Ríos propuso que fuera “no sólo una corporación de estudiantes y sabios, sino una potencia ética de la vida”, como tal institución.​

Sin embargo, tras la Guerra Civil Española, su obra en general y la Institución Libre de Enseñanza en particular, fueron condenadas por el régimen dictatorial. Dentro del enorme y degradante proceso de depuración del magisterio español. Ya que se consideró que su labor educativa introducía de forma subrepticia el liberalismo condenado por la Iglesia Católica.

No obstante, a partir de 1982, parte de sus enseñanzas y de su legado filosófico y educativo se recuperaron, por fortuna.

Manuel Bartolomé Cossío, mano derecha de Francisco Giner de los Ríos y su continuador en el proyecto de la Institución Libre de Enseñanza, dejó esta semblanza de su maestro y compañero:

“A su espíritu en perpetua vibración, acompañaba un cuerpo pequeño y también en movimiento perpetuo, coronado de una nobilísima cabeza grande, con cara algo alargada, ojos castaños, de una extraña mezcla, según los momentos, entre bondadosos y agresivos; barba en punta, espesa y dura, que fue blanca desde los cuarenta años, y hasta entonces negra como el pelo, que perdió muy joven. En conjunto, en color y en estructura, si se descuenta la energía de sus rasgos, recordaba a los santos de Ribera,”​




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